sábado, 2 de abril de 2011

"Las Marias"

Una llovizna pertinaz, caída del cielo de manera inclemente y furiosa acompañando las lágrimas que derramaban los dulces ojos verdes de Isabella Bowen, su mirada perdida en la ciudad, su mente en aquel fatídico momento, y su corazón roto por el dolor más fuerte después de la muerte, cuando se termina el amor. Sentada en su sillón preferido al lado de la ventana con la mano apoyada en el alfeizar Isabella lloraba de tristeza, de saber que todo lo vivido, lo amado había terminado. La tristeza no era su única acompañante en el fondo de la habitación se escuchaba la vos melodiosa de un locutor quien preguntaba a la audiencia las canciones que deseaban escuchar para después complacerlos, en una de esas llamadas una voz se le hizo muy conocida, pero no alcanzo a escucharla lo suficiente como para despejar su duda, lo único que escuchó con claridad fue que presentaban su canción, aquella canción de besos, caricias y sueños, la canción de los dos: “She's The One”. Isabella sintió que detrás de aquella acción se ocultaba alguien pero en aquel momento no comprendió quién había sido ni porque lo había hecho. El llanto de Isabella se hizo más espeso, sentía como un dolor que fluía en su sangre, abrasando todo a su paso que le hacía sentir que nada valía la pena, llevaba en si un sufrimiento que la hizo gritar, y preguntarse ¿Por qué todo se acabó? la pregunta se quedó al igual que la respuesta en el aire. La tristeza se hizo tan indescriptible e inaguantable que su mente la forzó a un descanso, cerro los ojos y al compás de la lluvia, de aquélla llovizna que había acompañado a sus lágrimas se durmió profundamente, pensando que tal vez pero solo tal vez todo aquello era un mal sueño. Eran las tres de la mañana cuando el ruido de la estática de la radio la despertó, aun con el sueño, el llanto y la tristeza en los ojos, se levantó tomando la colcha con la que se había cubierto, para ir a dormir a su cama y descansar un poco después de todo lo sufrido aquel día, antes de acostarse, se arrodillo frente a la cruz que había en la cabecera de la cama y rezo al creador le dio gracias y le pidió paz e iluminación para seguir con su vida, se metió en la cama y se cubrió hasta los hombros, y arrullada por sus lágrimas se durmió. El despertador sonó, a las seis de la madrugada, el calendario pegado a la pared tenia anunciado el día: Sábado pero aun así el día no importaba tanto como lo que aquélla fecha representaba. Marcado con corazones rojos por todas partes dentro de un cuadro que se hacía minúsculo, se podía leer la inscripción: “Un año”. Un recordatorio nefasto, una fecha para el olvido. Isabella al escuchar el despertador no se levantó de un salto como siempre lo hacía, la melancolía, la nostalgia y la tristeza se mezclaban en su ser como la goma de un día de fiesta, no necesitaba ver al calendario para saber que día era lo tenía grabado en su memoria, aquella fecha y sus solo remembranza le evocaban gratos recuerdos que hoy parecían ser más que pesadillas, como aquel beso, aquella caricia, palabras, canciones pero no lo pudo soportar. Tiro las colchas a un lado de la cama, se levantó de un salto tomo el calendario y lo arrojo con la furia e ira de un despechado, sabía que se arrepentiría después de haberlo hecho, pero las lágrimas se apoderaron de sus ojos regreso a su cama de donde juro no levantarse durante todo el día al contacto de la almohada con su mejilla sintió la humedad de una noche de llanto, la primera noche en la que se dormía sin pensar en él y lo que era. Se dice que cuando alguien tiene problemas el mejor consejero es la almohada, para Isabella fue el mejor pañuelo, lloro y lloro hasta que pudo sentir que la almohada comenzaba a pesar más, se levantó.Para bañarse y quedarse en pijama este día no haría nada se quedaría en su casa, aquél no era el momento para fiestas, para risas era un momento se decía Isabella de reflexión tal vez porque no de un nuevo renacer. Con los pies descalzos camino sobre la alfombra sintiendo las cosquillas en sus pies, como aquella vez en la que estaba sentada con él en un sillón de su casa, y él tan considerado y amoroso le hizo un masaje en los pies tan relajante que se durmió, aun con el recuerdo en la mente entro al baño, se desvistió con lentitud y parsimonia encendió el grifo del agua caliente y mientras esperaba a que calentara se observó en el espejo. Isabella Bowen era hermosa en toda la extensión de la palabra, su tez blanca en perfecta sincronía con su cabello rubio, su rosto fino y pequeño al igual que su labios, sus ojos verdes como primaveras al verse se sintió feliz y sonrió dejando ver en el reflejo del espejo una dentadura blanquecina y en perfecta sincronía, que de pronto se vio empañada por el vapor de la regadera. Se metió a la tina y dejo que el chorro de agua la relajara, su piel entrar en contacto con el agua caliente, se ruborizo. Así pasó por más de media hora dejando sentir el agua, pero así como el agua resbalaba por su cuerpo, sus recuerdos se resbalaban de su mente. Evoco aquél día en la playa, en la que tomados de la mano se contaban sus sueños e ilusiones, caminaron y caminaron hasta que el sol comenzó a caer, encontraron un viejo tronco y se sentaron. Se sentía plena, feliz en un éxtasis que algunos nombran amor y que otros tildad de locura. El dulcemente le tomo la mano, le descubrió el rostro dejando ver sus ojos verdes que cual esmeraldas refulgían al brillo del sol y con la voz de un poeta o de un Tenorio le recito-“Te Amo, vivo desde que te conozco y solo vivo para ti, y con el sol y la mar como testigo a ti bella te digo: ¡Toma mi mano vivamos juntos este desafío!”. Una lágrima se deslizo por su mejilla, se quedó muda sin saber que decir, con su dedo él le cerró su boca y la beso y en ese momento ella lo amo. Aquel día las lágrimas fueron de amor y felicidad ahora las que se derramaban por su rostro mezclándose con el agua eran de tristeza, melancolía y nostalgia apuro a bañarse cerro y se secó. –“Dicen que los recuerdos son la memoria de los muertos, estaré muriendo, me ha matado él amor, ahora soy un fantasma viviendo una vida que no es mía. “aquél pensamiento aunque fugaz e irreal dejo un huella en su interior como las que habría borrado el mar. Cubierta con la toalla, salió del baño dejando tras de sí una estela de vapor, se vistió rápido prefiero los jeans y un camisa en vez de la pijama, no se arregló el pelo, solo quería descansar, despejar la mente, tomo su laptop y encendió su celular. Salió de la habitación tranquila, no tenía hambre así que no iría a la cocina a prepararse el desayuno, abrió la puerta del jardín y se sentó en la mesa de la pérgola, abrió su computador y mientras que esperaba a que se cargara encendió su celular con la esperanza de encontrar alguna palabra de aliento, pero no encontró nada ni siquiera un mensaje, nada absolutamente nada y se sintió por primera vez en mucho tiempo, solo sin nadie a quien acudir sabía que su amigas no se habían enterado todavía. Por ello, ella debía anunciarlo, ingreso a su computador y lo primero que abrió fue su Facebook, el lugar ideal el perfecto escenario para anunciar el fin de lo que para Isabella era un época, el anuncio oficial el que le pondría fin a los rumores que haría feliz a algunos, ilusionaría a otros y tomaría por sorpresa a los verdaderos amigos. Todo parte de esas nuevas relaciones que representan las redes sociales. Mientras antes los asuntos privados eran ante todo privados. Ahora esa privacidad se había ido y la intimidad era casi un arcaísmo. Con un solo clic paso de estar “en un relación” a estar “Soltera”. Sonrió con la satisfacción-“está hecho”, su pensamiento se rompió, al sonido de su teléfono.

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